Cada viñedo tiene su propia identidad, por tanto, es necesario trabajarlos de manera personalizada. Labraremos más o menos, según la ventilación que necesite un determinado tipo de tierra; quitaremos más o menos pámpanos según el aireo que necesite cada variedad. Todo esto, siempre mirando el cielo, para hacerlo con el estado biodinámico adecuado.
El ciclo
La poda. Empieza el ciclo. Las cepas descansan después de la vendimia. Invierno. Momento para comenzar a pensar en la próxima cosecha. Y para hacerlo, hay que empezar podando las cepas. Cada variedad se poda de una manera distinta. De la poda depende la próxima cosecha, por tanto, se tiene que hacer de una manera cuidadosa.
Ya entrada la primavera, las cepas brotan. Para ventilar la uva, tenemos que quitar algunas hojas o algún brote para que la uva tenga mejores condiciones sanitarias. Es la esporga. A partir de aquí, llega el tiempo de espera hasta la vendimia. Se quita algún racimo de uva, sobre todo durante los años que hay muchos. Se va controlando la producción para que la uva no coja enfermedades hasta que llegue la vendimia.
Llega el momento. Coger la uva. Siempre en su punto óptimo de maduración después de una selección técnica y gustativa.
Una vez terminada la vendimia, los viñedos cambian de colores, se acaba un ciclo y empieza otro. Después de unos meses trepidantes, empiezan unos meses de tranquilidad, se siega alguna hierba para conservar los viñedos hasta la poda, momento en el que empezará un nuevo ciclo.